viernes, 18 de mayo de 2012

El olor

Hay olores que te dan una gran patada en la boca al entrar en contacto con ellos, como por ejemplo cuando alguien se te sienta en el metro y emana un tufillo mezcla de sudor de varios días. Es un olor dulzón y a la vez fuerte, con carácter. Otro de los olores característicos del trasporte público son los de las descomposiciones estomacales que emanan en forma de gas, miras a tu alrededor buscando a la victima del posible desajuste, nadie parece sentirse aludido, a veces me entran ganas de encender un mechero para seguir la pista, pero me temo que acabemos todos por los aires. Otras veces te encuentras directamente esnifando un olor a queso intenso, que escapa a través de las deportivas, ahí si que tienes localizado al enemigo. Nada puedes hacer salvo mirarle con cara de profundo odio. No sólamente me molestan estos olores, también  la señora que se ducha con el frasco de perfume. El drama del transporte público son los olores, porque si estas en la calle no está mal visto que te tapes la nariz cuando olisqueas algo nauseabundo, pero en el metro es diferente porque tienes la sensación de ofender al oloroso, e incluso da reparo levantarse y dejar el preciado asiento huyendo del tufillo matador.

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